Hace días anunciaba el Financial Times que las filiales en Europa de Lehman Brothers Holdings Inc. presentarán una serie de demandas reclamando unos 100.000 millones de dólares a esa sociedad de cartera matriz a la que están vinculadas y que quebró hace un año. Es una de tantas complejas derivaciones de una quiebra bancaria sobre la que últimamente predomina la opinión de que fue un fallo político del Gobierno Bush y de Bernanke, el presidente del Banco Central (la Reserva Federal o Fed), porque dejaron caer a este banco global sin ofrecerle la ayuda que antes habían prestado al Bear Stearns y luego a Citigroup y a tantos otros. El caso es ya una referencia histórica, porque para una vez que los neoliberales intentaron ser consecuentes con su fe en la capacidad autorreguladora del mercado, se tambaleó el sistema financiero globalizado, dejando claro que no funciona sin el apoyo de los contribuyentes.
La bancarrota del entonces cuarto banco de inversiones pesa como una losa sobre los debates del G-20, como reflejan los dos documentos aprobados por los ministros de Finanzas en Londres el pasado 5 de septiembre. Olvidado aquello de refundar el capitalismo, la preocupación dominante se ha centrado sobre medidas concretas que...
Artículo completo en el periódico Público,15/9/2009