Los gobiernos del G-20 han mantenido el consenso neoliberal tras la crisis financiera reactivando de hecho los paraísos fiscales o centros offshore, la banca en la sombra y la especulación financiera según se revela en mi libro El casino que nos gobierna, que en 2012 se ha publicado en España (2ª ed.) y en Argentina.
jueves, 3 de junio de 2010
La toma del poder por Wall Street y el próximo colapso financiero
El viernes 27 marzo 2009 en la Casa Blanca, el Presidente Obama reunía a 13 presidentes ejecutivos de los grandes bancos (Citigroup y Goldman Sachs, entre otros) para solicitar su colaboración, diciéndoles “ayúdenme y se ayudarán”; y todos los presentes repitieron como un mantra: “ en eso estamos todos juntos”. Porque gracias al dinero del contribuyente y a los préstamos ilimitados facilitados por la Reserva Federal a bajo interés, se había impedido que los bancos allí representados cayeran como el Bear Stearns o el Lehman Brothers. Obama quería aprovechar la crisis de Wall Street para lograr concesiones; pero ya en los meses siguientes quedó claro que no había logrado su cooperación, iniciándose una batalla que dura hasta hoy.
Aprobado en enero 2010 un proyecto legal en el Senado y otro, paralelamente, en la Cámara de representantes, una comisión interpartidaria del Congreso se afana en ahora en refundir ambos textos que, en cualquier caso, se alejan mucho de las ideas de reforma expuestas en las declaraciones del Presidente. Sin embargo, la gran banca no muestra gran inquietud porque su influencia sobre Washington es sólida. Christopher Dodd, presidente del comité de banca del Senado, recibió legalmente 2,9 millones $ de la industria financiera en 2007-2008, menos que el candidato Obama pero más que cualquier otro senador. Y esa misma industria fue el primer donante para Barney Frank, el presidente del comité de servicios financieros de la Cámara. Son ejemplos concretos de los instrumentos sobre los que se asienta la gran influencia política de Wall Street sobre Washington, que se desarrolló y afianzó durante la etapa de Clinton; al imprimir un giro histórico al partido demócrata alejándolo de los sindicatos y aproximándolo a la gran banca.
Esos y muchos otros datos y su análisis político son el contenido del libro del profesor Simon Johnson, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y ex economista jefe del FMI, y de James Kwak de la consultora Mac Kinsey, publicado bajo el título 13 Bankers. The Wall Street takeover and the next Financial Meltdown. (Pantheon Books. Nueva York, 2010) Un documento lúcido de gran eco en los EEUU, y de interés para comprender la situación actual, en particular en Europa, aunque sus referencias históricas se focalizan en las reformas bancarias de Franklin Delano Roosevelt tras la crisis de los años treinta y en las reformas de su antecesor, Teodoro Roosevelt, que destruyó los monopolios industriales a principios del siglo XX.
La tesis central que se desarrolla ya la adelantó Simon Johnson en su breve ensayo “El golpe (de Estado) tranquilo” publicado en la revista The Atlantic (disponible en castellano), acerca del poder incontrolado de las finanzas, que en los últimos treinta años ha logrado que los bancos se hayan convertido en uno de los sectores más ricos y en una de las fuerzas políticas más poderosas, alcanzando un consenso político en Washington basado en que lo que es bueno para Wall Street es bueno para los EEUU. Y su peso en la política ha generado un entorno de “laissez faire” que ha hecho a los grandes bancos cada vez más grandes y con mayor riesgo, llegando en 2008 a poner en peligro el sistema financiero mundial tomando como rehén a la economía real.
“Los bancos de Wall Street son la oligarquía de la nueva América, un grupo que gana poder político por razón de su poder económico y luego utiliza ese poder político para su propio beneficio” (p.6). Los rápidos beneficios y los bonus de los ejecutivos se transforman en poder político mediante contribuciones para las campañas electorales y el atractivo de la ida y vuelta de la política a la gran banca y viceversa; algo que – sostienen los autores – refuerza la credibilidad y la influencia de Wall Street. Para resumir, “en los últimos años el sector financiero de los EEUU y su influencia política son un serio riesgo para el bienestar económico y sin cambios significativos no hay razón para creer que no experimentaremos el próximo auge, la próxima quiebra y el próximo presidente explicará al pueblo americano que tiene que rescatar la gran banca (Wall Street) con el fin de salvar a la gente (Main Street). Y el cambio significativo requerirá abordar la desproporcionada riqueza y poder de un puñado de grandes bancos en el pináculo del sector financiero” (p.190). Son afirmaciones que suscribe un renombrado economista que dirigió los equipos técnicos del FMI.
Como dice un comentarista de este libro, resulta difícil entender por qué mientras la labor conjunta de la administración pública, los fabricantes de aviones y las líneas aéreas ha logrado un sistema de transporte aéreo muy complejo, eficiente y cada vez más seguro; por el contrario, nuestros bancos y reguladores han creado un sistema financiero menos eficiente y mucho más peligroso; y que, además, se resiste a su reforma y a su control.-