sábado, 10 de abril de 2010

Wall Street se resiste a las regulaciones planteadas por Obama



Voy a ser franco con usted, eso me suena un poco como venderle a alguien un coche con frenos que fallan y luego hacerle una póliza de seguros sobre el comprador del coche. No me parece que sea una práctica que inspire confianza.” Fue el comentario del Presidente de la Comisión Investigadora sobre la crisis financiera ante las explicaciones de Lloyd Blankfein, el consejero delegado de Goldman Sachs, sobre el negocio con valores ligados a las hipotecas subprimes y su aseguramiento contra los impagos. Tuvo lugar el 13 enero pasado, en el interrogatorio de los principales ejecutivos de la banca de inversiones neoyorquina durante la primera sesión de esa Comisión de expertos (FCIC, en siglas inglesas) designados por los grupos demócrata y republicano de las dos cámaras del Congreso para averiguar las causas de la crisis financiera; y que tiene que producir su informe final antes de acabar 2010.

Y todas esas declaraciones, de las que tenemos videos en Internet, han tenido gran eco popular en los EEUU porque, además de los datos aportados, muestran la arrogancia y la altanería de una élite que, con dinero barato, se aprovechó de las carencias legislativas y la negligencia de los supervisores para efectuar operaciones tan ilícitas como las del famoso Madof, hoy condenado.

Posiblemente no haya sido ajeno al impacto público de esa arrogancia, el momento escogido y las frases fuertes del discurso de Obama ocho días después, tras la derrota demócrata en Massachussets. Cuando se pretende hacer olvidar el origen bancario de la prolongada crisis económica global, este discurso ha recordado algo tan simple como que “la crisis económica empezó como una crisis financiera, cuando bancos y entidades financieras corrieron enormes riesgos con despreocupación persiguiendo beneficios rápidos y bonus masivos”; y que “en los dos últimos años, más de 7 millones de americanos han perdido sus empleos en la recesión más profunda que los EEUU han conocido en generaciones”. Y al mismo tiempo el Presidente de los EEUU dijo que “no podemos aceptar un sistema en el que los accionistas hacen dinero con las operaciones (financieras) si el banco gana, pero pagan los contribuyentes si el banco pierde” Y afirmó rotundo que “nunca otra vez será el contribuyente estadounidense rehén de un banco que es demasiado grande para dejarlo caer.”

En los últimos meses se venía repitiendo la frase de Clinton que en política es mejor ser fuerte y estar equivocado que débil y tener razón, a propósito de los obstáculos que ha encontrado Obama en el Congreso para que se aprueben sus modestas propuestas de reforma financiera. De hecho, mientras que la ayuda a la gran banca de Wall Street se resolvió por la Administración Bush en cuestión de días, desde hace un año han avanzado muy lentamente o están empantanados en el Congreso los proyectos legislativos para la regulación y supervisión de la banca y los operadores financieros; la reforma legislativa sobre los derivados del crédito; y la modificación legislativa contra el fraude vía paraísos fiscales. En el propio discurso, Obama incluyó apelaciones directas a demócratas y republicanos y a “los líderes de la industria financiera para que trabajen con nosotros y no contra nosotros” en esas reformas, denunciando al “ejercito de lobbistas del sector en Wall Street” que acuden al Capitolio “para intentar bloquear el camino de las normas básicas de sentido común que protegerían nuestra economía y al pueblo americano

Las subsiguientes bajadas de las bolsas han reflejado el alcance posible de las ideas expuestas por Obama, que pretenden esta vez prohibir que los bancos comerciales, de depósito, especulen en los mercados poniendo en riesgo su propia solvencia; y terminar así con la pura compraventa de activos financieros (algo que también practican la banca y Cajas de ahorro españolas) al mismo tiempo que se podrían límites a la financiación de los grandes grupos bancarios. Unas ideas ambiciosas que pretenden lograr un sistema bancario que sirva a la economía productiva y se aleje de la especulación financiera. Resta convertirlas en legislación.

Es obvio que con este discurso se ha intentado remontar la baja popularidad interna de Obama cuando los EEUU alcanzan la cota del 10 % de desempleo, mientras que la gente confunde los millones de las “medidas de estimulo fiscal” de Obama aprobadas por el Congreso hace un año, con las millonadas para el rescate de la gran banca promovido por Bush (TARP, en siglas). Dos programas técnicamente diferentes, de los que la gente ha sacado la impresión que han sido un bombeo ingente de dinero de los contribuyentes que no ha beneficiado en nada a la empobrecida clase media. Además, se intenta superar la imagen de continuidad con la política económica de Bush que se ha ganado la Administración demócrata, favorecida ante todo por el nombramiento de Tim Geitner como secretario del Tesoro (Ministro de Economía y Hacienda). Un miembro de la élite de los altos ejecutivos bancarios (estuvo a punto de dirigir el Citigroup) que, en su condición de presidente de la Reserva Federal de Nueva York, tuvo una intervención pública muy activa en el diseño y ejecución de los rescates bancarios millonarios, al lado de Bernanke y de su antecesor, Hank Paulson.

Pero la cuestión que está en juego es si Obama tendrá el poder político suficiente para llevar a cabo sus proyectos. Hace ya varios meses que el prestigioso profesor del Instituto Tecnológico de Massachussets y ex economista jefe del FMI, Simon Johnson, analizaba la oposición a las reformas legislativas por parte de la oligarquía financiera de Wall Street, cuyos comportamientos equiparaba con los de la oligarquía rusa de la etapa de Yeltsin; una tesis razonada en un extenso articulo de la revista estadounidense The Atlantic Monthly donde denuncia ese boicot soterrado a la regulación financiera.

Y una demostración del poder que tienen los lobbies financieros sobre Washington o de los limites del poder del Presidente es que, pese a la inquietud por el aumento del déficit y el endeudamiento público y a las manifestaciones de Obama durante la campaña electoral, resulta significativo que el Congreso tenga aparcado desde marzo 2009 el proyecto de ley contra la evasión y el fraude incentivado por los paraísos fiscales (Stop Tax havens Abuses Act). Algunos analistas anticipaban que en adelante la oposición de la gran banca se escondería en conferencias de apariencia políticamente neutras durante el Foro de Davos y a través del G-20 y otras organizaciones internacionales, demandando una mayor coordinación internacional para la regulación financiera, con la cooperación del Banco Internacional de Pagos de Basilea. Por lo pronto, el ministro británico de Hacienda ya se ha mostrado contrario a los planteamientos de Obama, que tampoco parece que vayan a encontrar gran eco en la UE y en el Eurogrupo con su renovado presidente Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo.-

(Publicado en Temas para el debate nº 185 abril 2010)