La limpieza del petróleo derramado en la costa de Galicia
por El Prestige demostró la profunda solidaridad de gran parte de la juventud española, víctima directa de esta nefasta política
actual en España. Y diez años después de aquella tremenda catástrofe ecológica ocasionada
por el vetusto petrolero, comienza el juicio sobre un sumario de más de
200,000 páginas que no incluye a los máximos responsables del gobierno de
entonces, sobre todo aquel Vicepresidente que decía que las toneladas de
petróleo derramado solo eran “unos hilillos de plastilina” (ahora jefe del
gobierno español) ni aquel ministro que envió el buque “al quinto pino” (ahora
líder de un partido político regional). Y ni entonces ni diez años después
ningún responsable político ni analista ortodoxo ha denunciado al menos el
papel financiero que en estas catástrofes juegan los llamados paraísos fiscales
y que documentamos ampliamente en Los
paraísos fiscales. Como los centros offshore socavan las democracias (Akal,
2005). Y ni entonces ni ahora fue denunciada esa intervención en los medios de
comunicación españoles como lo fue en una parte significativa de la prensa
europea.
De ahí que creamos
que sigue siendo de actualidad el artículo publicado en la revista Cambio 16 de 29 de Noviembre de 2004 y que fue reproducido en la web de Attac-Madrid
el 22 diciembre 2006; y que reproducimos íntegramente en este blog bajo el
mismo título:
Los paraísos fiscales hundieron El Prestige
Los
voluntarios limpiaron el chapapote, pero más de dos años desde la catástrofe
del petrolero, los jueces siguen indagando sobre quienes eran los responsables
del buque y la carga, escondidos en la maraña de los centros financieros
offshore.
En Noviembre
de 2002, la extrema negligencia de los Gobiernos autonómico y central en la
catástrofe del Prestige - como denunció Nunca Maïs - generó tanto chapapote que
no deja ver la amenaza de un transporte marítimo desregulado que ignora las
normas internacionales de seguridad y laborales en beneficio de un mayor margen
de acción para el capital financiero transnacional. A tal catástrofe
contribuyeron, al menos, cuatro paraísos fiscales de la lista de la OCDE
(Suiza, Liechtenstein, Liberia, las Bahamas) que protegen al negocio naviero de
los riesgos económicos; sin contar los fallos de las reparaciones en los
Emiratos Árabes Unidos. Hoy el desgobierno de la globalización financiera
genera catástrofes cuya autoría nunca logra ser depurada por jueces como los de
Corcubión (Coruña), que dos años después siguen atascados buscando
responsables.
Primero, Suiza (“régimen fiscal potencialmente dañino” según la OCDE) era la
sede del dueño del petróleo, Crown
Ressources AG, una sociedad del holding de oligarcas rusos Alfa Group registrada en Liechtenstein,
paraíso fiscal especializado en blanqueo de dinero sucio; un Grupo con negocios
de banca, seguros, telecomunicaciones, bebidas (vodka Smirnoff), etc., que a
los dos meses de la catástrofe, disolvió a Crown Ressources, tras cobrar el
seguro.
Segundo,
siguiendo la regla de “one ship, one
company” (un buque, una sociedad), la única propietaria del vetusto
petrolero era Mare Shipping Inc. (y
del Mar Egeo hundido en 1992 frente a Galicia también), una sociedad tapadera
de Liberia, potencia mundial en flota mercante, micro país sin inspectores de
buques y cuyo registro lo lleva una compañía norteamericana en Nueva York. Sus
“razones financieras” se explican en nuestro libro sobre los paraísos fiscales
que publicará la Editorial Akal próximamente.
Tercero, el
Prestige enarbolaba la bandera de las Bahamas, de conveniencia por ser de un
país distinto al del propietario del buque; y el armador, Universe Maritime Limited, sociedad griega vinculada al mismo grupo
financiero que la propietaria, a la cual había fletado el buque. Esas banderas
de conveniencia son un escándalo y un peligro denunciado por la ITF, Federación
Sindical Internacional del Transporte Marítimo, porque hacen posible la
explotación de marineros, baratos y sin horarios; y de buques basura.
El problema de
fondo es que la gestión marítima y los buques como patrimonios son móviles y
ante la competencia por la desregulación, los Estados eliminan normativas y
controles para que los armadores no se trasladen a otros países. Como en la
competencia fiscal entre Estados, en la desregulación del sector naviero los
paraísos fiscales offshore ofrecen siempre mucho más al capital financiero
transnacional, que busca legislaciones más ventajosas para la máxima
rentabilidad con empresas ficticias, no importa los costes humanos, económicos
y ecológicos desparramados por doquier.-